Autorretrato de un muerto

Se levanta muy temprano para asistir a clase
y se acuesta tarde después
de una larga jornada de duro trabajo.
Se queja mucho, pero ríe igual,
es capaz de hacer feliz a una mujer,
y duerme plácidamente en su sueño celestial.
Con sus amigos y las cervezas
que se toman la noche de los viernes,
completa los espacios en blanco,
no deja escapar los trenes
viéndolos pasar, sentado en un banco.
Con su imaginación radiante,
su cuerpo impregnado
de magia hechizante,
su corazón helado,
frío y distante,
porque le han abandonado
y está desafiante.
Pero no sabe dejar escapar palabras de odio,
no sabe, no le han enseñado,
no conoce miradas subido en un podio,
no lo ha experimentado.
Y aún sabiendo defenderse,
esa noche desprevenido
le han alcanzado: parece malherido.
Se desangra su cuerpo y la espuma
de la cerveza se distingue entre el rojo,
cobrizo por el desamor, dorado por la luna.
Nadie llora su ausencia esta maldita noche,
porque nadie se enteró, nadie preguntó,
y a pesar de que muchos corazones
siguen pensando en él,
para ellos sigue perteneciendo
al mundo de los sueños.
Por eso no lo buscan, pero sigue ahí.