"No hay un corazón que valga la pena"
Despiadado, arrogante, sádico y malvado. Mataba casi por placer, usaba
sus armas como si fueran sus hijos, a los que no quería y sólo eso, usaba. Si la
orden era abrir una brecha en la defensa enemiga, él abría todas las brechas
posibles, dejaba raso el camino para el batallón, aniquilaba con gusto. Se
relamía cuando el sufrimiento del enemigo era largo, agónico; y en la de un
camarada buscaba justificaciones sin ningún tipo de lamento, ocioso con un
cargador de la Desert Eagle .50, con la que arrancaba brazos a distancia, con el
sabor en la boca de una manzana recién tragada, que le recordaba tanto al
perfume del que se impregnaba la última adolescente a la que había violado.
Nunca lo habían herido, para eso bien se guardaba el cuerpo con los antibalas de
última generación, fabricados con el material que usa una araña para tejer su
tela de araña. Y nunca un sentimiento de culpabilidad, desesperanza o
desasosiego, porque tenía un secreto: había descubierto el segundo corazón, y se
lo había arrancado.
