Tu imperfección
Tu imperfección me atrae. Tus labios envueltos en tus mofletes, tus dientes desiguales, me desvelan en mi juego. Tus curvas distintas, tu salto al vacío de mis ojos, y tu rompedora simpatía absurda y melancólica despiertan mi calor. Que tú bebas en vasos de cristal como los míos en las mismas noches y los mismos lugares, que hablemos de los mismos colores y que mi incertidumbre me haga pensar, por ella misma, que no es seguro que tú también seas incierta o pienses en mí inciertamente, me recorre la médula en un escalofrío aparentemente mar en calma. La sencillez de tus apariciones y tu salto a través de la pared, tus continuos ratitos a dos metros de mí, la proximidad y a la vez lejanía que supone nuestra delicada relación, crea en mí un halo de esperanza que más que ganas son intentos por escapar de la rutina. Pero como aquella espalda blanca, nunca habría que abandonarse a la desesperación y la prisa, sino sólo seguir el juego, con unas reglas impuestas que se irán desarrollando a medida que transcurra la noche, para despertar una ansiada mañana junto a ti. Porque tu imperfección, a pesar de todo, me atrae.
