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lunes, junio 05, 2006

Hacer el amor

Hacer el amor
14 de junio de 2005
Hacer el amor, y luego no darse más.
Se dejó seducir de nuevo, ingrata inmadurez inadecuada en esos intemporales senos. Insensato. Grata madurez adecuada en esos temporales senos. Sensato.
No sabía si quería hacerlo realmente, ella lo notó en previos, allá arriba sentados al borde de las escaleras con los pies colgando desde la primera planta, pero se hundió en el fragor de la batalla, era un soldado y como tal debía luchar, no podía negarse a un nuevo ataque y con ella. Y se besaron con pasión y él sentía miedo, ese miedo a no saber si quería seguir pero un por qué no, un dejémonos llevar de nuevo una vez más y luego pensaré, luego pensaré. Y no pensar.


Por qué me haces esto, la culpa la tienes tú, la tenemos los dos, la tengo yo. Culpar para qué si al final todo tornará en el mismo amor, los mismo movimientos de caderas y desenfreno, mis dientes en tu cuello, tus gemidos en mi oído, la puerta ahí detrás acechando a medio abrir, la luz encendida porque no quiero separarme ahora para apagarla, ahora no que estoy tocando tu pecho, ahora no que tu desabrochas mi pantalón, ahora sí, que quiero hacerte el amor a oscuras. Y lamer, morder, acariciar y buscar fuego en la cintura, quedarnos casi en cueros, sentirte mojada y saber que ahora eres mía, en este momento puedes ser mía como antes, puedo volver a sentir el latido que ya no es ajeno a mí, el compás unido a mi compás, el ritmo unido a mi movimiento desencadenando furias y abismos de placer mientras te tapo la boca porque aquí, cariño, sabes que no puedes gritar, aquí no, lo siento pero es mi territorio y debe seguir siendo mi espacio, no irrumpas en mi vida queriendo gritar en mi hábitat natural, que me espantas, que me vas a hacer huir de nuevo porque no te soporto cuando no me haces el amor, aléjate de mí y acaba ya que yo ya he terminado, estoy contento y ahora sólo quiero que dejes de buscar el placer sobre mi cuerpo, bájate y no te asomes más al barranco en que me ves caer cada vez que te dejo que sueltes mi mano para que agarre tu espalda con la agonía de saber que tendremos que hacer de nuevo el amor para no despistarnos en la fantasía de no necesitarnos nunca más, que no es así y sigue haciéndolo pero acaba ya que tengo que hacer cosas, ya te llamaré otra vez, insensata.