¿Me quieres?
Que te esperes, que otro día será. Hoy no voy, se me han quitado todas las ganas que me habían dado. Ya sé que tú no tienes la culpa, pero tampoco la tengo yo y no voy por ahí quejándome. Demasiado agradable soy, demasiado bien me comporto y no debería comunicarme con nadie en, al menos, un mes. Menos mal que en poco tiempo me marcho, y con esperanzas de seguir marchándome. Pero no te quedes ahí con cara de espasmo o infarto cerebral diciéndote que qué imbécil soy, que cómo puedo ser así y todo ese tipo de preguntas que tienen una respuesta, una sola: ahora me toca a mí pasar, ignorar, y todo eso que no me gusta hacer. Pero es que uno acaba tan harto y no sabe de qué. Quizás uno acaba harto de ser uno mismo y no sabe cómo huir, no sabe y expulsa toda su ira maldiciendo a nadie. Debería existir Dios para poder mandarle todo este saco de trozos de poemas rotos. Debería ver ciertas cosas, y otras no. Alguien debería quererme ahora.
