Sírvase usted mismo, pero pague antes de irse

Nombre:

domingo, agosto 05, 2007

Peligro de muerte

Antes de que la punta de la bala tocara definitivamente la frente de Roberto, Mario había apretado el gatillo olvidando lavarse las manos para cometer el crimen. Esto incrementó las posibilidades de que Roberto pudiera coger una infección al recibir el tiro, porque momentos antes Mario jugaba con un bote de spray encontrado en las cercanías de un vertedero de la ciudad dormida.

Acaba de una vez conmigo

Al acabarse todo lo que había entre ellos se acercaron, se respondieron a las preguntas que no se hicieron y se resguardaron del frío. Pero el frío supo más, y entre la puerta y el suelo dejaron correr la suficiente cantidad de aire como para congelar los corazones de David y la duende. Ella saltó por la ventana como cada mañana, pero esta vez la vuelta sería imposible. David se hizo mayor.

miércoles, junio 27, 2007

En movimiento

Yo, que artificialmente me muevo
El mundo, real, virtual, adimensional
Yo, que psicológicamente me aplomo
El mundo anochece, de sueños se carga
Descarga adrenalínica constante reitero
Las lunas acontecen de humo y de barro
Los soles son sábanas y depresión
Los límites de tu mente transfieren dolor
Mis ganas nauseabundas no interfieren
Ni para bien ni para mal
Apenas me muevo

viernes, junio 01, 2007

Pensamientos silenciosos

Enigma, verdad absoluta de testa;
testimonios, relativa bucal.
Lágrimas, agua que detesta
estar encerrada aparentando:
eso a ella le da igual.

Aprender versiones de alguna canción,
versionar placeres enemigos
en líneas y puntos no ajenos
de alguna otra canción.

Admirar a heroínas en apuros,
adorando gestas de nuestro tiempo,
a saber: ser moderna, guerrera,
atrevida y atractiva,
estúpida en las formas,
perder misterio y ganar miedo.

Acabando frenesí, de psicodelia
extrema, ridículamente fotografiada.
Mi boca callada.
Enigma creciente.

viernes, mayo 25, 2007

Suicidio

Te eché de menos.

Intenté que no, procuré refugiarme en mis palabras, en mis desdichas a tu lado, en tus caricias maldadas. Pero se me encoge poco a poco el círculo que creé, me aprisiona y deshace lo que me obligaste a forjar para ser un ciego. Me dejaste sordo, pero no mudo, me dejaste ciego, pero tú veías, me encarcelaste dentro del recuerdo, pero tú sentias, aun teniendo al lado, en tu cama, en la que nunca fue la mía.

Me venciste, me derrotaste y todavía quieres verme arrastrarme, no te es suficiente. Hasta cuándo, acaso no me ves llorar.

La única forma de suicidio es para borrarte de mí.

sábado, mayo 12, 2007

50

- Es cierto, dijo el payaso, es cierto todo lo que dices.
Es verdad que mis manos agarran con fuerza, pero delicadas
y tampoco deja de ser real que me oprime este dolor
en los paseos que da mi mente de madrugada,
acobardado frente a una ciudad que ya ha tenido suficiente.

Ha tenido bastante con mis risas, mis caricias,
harta de verme bailar y cansada.
Me vio sonreír y reírme de ella, sus tejados que besé,
sus cornisas que abracé suspendido sobre nada.
Con mi cara de azul y opaco pintada, ya olvidada.

- Tienes razón, comentó, cuando vomitas mis discursos
como quien deja marchar a un amigo sin pesar.
Sí, claro que estás en lo cierto cuando, airado,
y yo distraído, como siempre, me vienes a retar
sabiendo que ganarás, que ya me has ganado el pulso.

Esta ciudad ya ha tenido suficiente conmigo,
y yo entre indignado, acobardado, reprimido
por mis ganas de fluír desde las paredes
que me han visto deambular, errante herido
agarrado a las farolas para alimentarme de su luz.

Por eso ahora te dejo en paz, por eso ya me callo,
porque hemos pasado demasiado tiempo,
yo pisándote, tú sin dejarme beber de tus fuentes,
o dándome una sombra que me impedía ver el sol
que sigue radiante arriba muy caliente.
Y espiando a la vez en tus esquinas mis tristes miradas,
mis malos momentos y poniendo a prueba mi agotada
capacidad de recuperación a la que machacas sin escrúpulo,
ciudad maldita, ciudad maldita, ciudad maldita te abandono
ni por mí, ni por ti. Te abandono porque hace demasiado frío.

viernes, mayo 11, 2007

Habitación con ventana al pasado

Dentro de ti cabe cada trocito mojado de las fotos que dejé apartadas en un cajón de nuestra habitación. Dentro del cajón cabe, a su vez, cada escalón que me llevó a conocerte de a poco, a tientas sobre el suelo de madera astillado, con olor a viejo, como los cojines de terciopelo que arrastran el polvo de los años. Ese áspero sentimiento de marchitado, los cristales rotos de la casa de en frente que tanto miedo dan, y protegido por el cristal de nuestra ventana que sí permanece intacto, oponiéndose al viento que va amainando y yo tumbado encima de las sábanas que un día conociste. Mi estado soñoliento es, a su modo, tus ganas de vivir, mi flaqueza y mi desidia componen tus notas más alegres, mientas que la música va menguando en tu ropa interior, y va creciendo la tempestad, como un espejo cóncavo enfrentándose a un gigante. Se quiebra mi voz, volviéndose ronca y atractiva, mis ojos se agrietan, tornándose en cobres, y mi lengua sufre la petrificación cada vez que el teléfono parece sonar en mis sienes, tambaleándose toda esperanza de una pronta recuperación de mis quejas y caricias al aire cargado que respiro.

sábado, abril 14, 2007

Carpe Diem, Carpe Diem

Mientras tecleo, frente al televisor, tú en la cocina, acercándote para dar besos conciliadores mientras el fuego va haciendo el resto. Y tus consuelos y caricias en el pelo, que se va soltando poco a poco, me hacen incorporarme sobre el sofá, revuelto por las dentelladas de anoche, oyéndote cuando te vas, de pronto a seguir con la tarea que te has encomendado, la de hacer de comer para los dos, para ti y para mí como si fuéramos parte de una sola cosa, aquella sola cosa que no quieres que se derrumbe, esparcida por la distancia de un futuro adiós. Una despedida en la que no hay que pensar, porque ahora hay que concentrarse en la música que oyes, que oímos, que nos encanta, también como nos encanta vernos, respirarnos y tocarnos, como si en cada caricia se fuera en el roce, un pedazo de cada cuerpo, que se va desgastando y sin preocuparnos de que al final, después de la energía que desprendemos, vayamos a desaparecer consumidos por la pasión que, irresponsablemente, nos ofrecemos sin pensar, sin querer pensar, y para qué. Para qué entonces pensar en lo que pueda suceder, en lo que tú o yo vayamos a hacer, y con quién, si tenemos el momento para nosotros, mientras el sol y el viento bailan ahí afuera y nos perdemos aquí dentro, en el desorden de querernos, entre la cerveza y el tabaco, los calcetines y los cables del portátil que se entrecruzan, como se entrecruzan nuestros dedos mientras hacemos el amor, dejando que el sudor se seque y que impregnemos nuestro cuerpo de la magia que sabemos desprender.